¿Tu agresor o tu verdugo?

In Opiniones
junio 27, 2025
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Por: Joel Victorino

El fenómeno psicológico detrás del apego al agresor

El síndrome al que se refiere se conoce como Síndrome de Estocolmo. Se caracteriza por el desarrollo de sentimientos de afecto, empatía o lealtad de una víctima hacia su captor. Este fenómeno psicológico se observa cuando la víctima establece un vínculo emocional con quien la retiene, a menudo justificando o admirando su comportamiento.

El término “Síndrome de Estocolmo” se originó en 1973, a raíz de un incidente en Estocolmo, Suecia, donde un asaltante de banco tomó rehenes. Tras varios días de cautiverio, estos desarrollaron una relación de simpatía con él, según fuentes como SciELO España y diversos estudios de psicología.

Aunque no está reconocido como un diagnóstico clínico oficial, el síndrome describe un patrón de comportamiento observado en ciertas situaciones de cautiverio. Las personas afectadas pueden mostrar:

  • Sentimientos positivos hacia el secuestrador.
  • Justificación de las acciones del secuestrador.
  • Dificultad para cooperar con las autoridades.
  • Lealtad emocional hacia el secuestrador.

Este fenómeno no se limita únicamente a situaciones de secuestro, también puede manifestarse en relaciones abusivas, donde la víctima desarrolla una dependencia emocional hacia su agresor.

Cuando el verdugo es la pareja

En estos tiempos tan convulsos y que parecen inverosímiles, este “síndrome” se manifiesta en muchas relaciones donde las personas conviven con su maltratador. Son sobrevivientes del abuso —no me gusta llamarlas víctimas, porque para mí las víctimas no sobreviven— que llevan años justificando a su agresor. Se han enamorado de él, han poetizado su violencia.

A mi modo de ver, su indefensión no les permite ver más allá de lo obvio: su situación de caos y encierro, más psicológico que físico. Es tal el poder del agresor sobre su pareja, que esa persona termina defendiéndolo ante otros, incluso cuando quienes lo rodean intentan darle una voz de alerta.

El jefe tóxico: otra forma de agresión

Otro caso que no pretendo soslayar es el que ocurre en algunas empresas. Ese “jefe” con poder absoluto, que pone y quita a su antojo. Cuando él ordena, no se puede disentir, ni siquiera por curiosidad. Vive en su vacío existencial y su baja autoestima lo lleva a percibir cualquier idea diferente como una insurrección o un posible “golpe de estado gerencial”.

Los subordinados, en lugar de resistirse, terminan adulándolo mientras dura su administración. Sin embargo, una vez que este líder se marcha, los ojos se abren. Surgen preguntas como: “¿Qué me pasó?”, “¿Cómo no me di cuenta?”. Es entonces cuando aflora la conciencia plena de haber estado sometido a una relación de poder desequilibrada y dañina.

Reflexión final

El Síndrome de Estocolmo puede reproducirse en distintos ámbitos: en lo íntimo, lo laboral y lo social. Por eso, es fundamental estar atentos a cómo se manifiesta, dónde y en quién. Solo con conciencia y educación emocional podremos romper con estos vínculos dañinos que se camuflan bajo la sombra del amor, la admiración o la obediencia.

El autor es Psicólogo y Magíster en Psicología Clínica.

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One Response to “Aprendiendo los límites”

  1. ISRAEL BAEZ dice:

    Muy de acuerdo con los conceptos emitidos por la autora de este artículo. Aunque pienso que se debería ampliar el tema, ya que existen otros factores no señalados aquí que provocan la infidelidad, tanto de hombres como de mujeres. De manera que deberíamos abordar el tema incluyendo ambos sexos y considerando que un factor influyente en esa conducta, es la inmadurez y un mal concepto impuesto por la sociedad primitiva, como el machismo, las conductas aprendidas y otros factores.

    Es un tema que vale la pena ampliar.

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